Mamá, otra vez tuve esa pesadilla. Soñé que nacía en los años 90’s y que los niños en el colegio me molestaban porque nunca había visto a mi equipo campeón. Soñé con que mi papá llegaba molesto de la oficina los lunes porque sus amigos se pasaban con los chascarrillos en su contra luego de que el equipo hubiera perdido el fin de semana. Soñé con que pasaban y pasaban los años y siempre había algún verdugo que nos despertaba del sueño. Soñé con que los hinchas de los equipos más chicos desconocían los logros de nuestro histórico pasado por cuenta de una oscura época marcada por el narcotráfico. Soñé y soñé noche tras noche sin entender por qué la vida me había hecho amar tanto al fútbol.
Pero mañana voy a despertar. Abriré los ojos un 24 de junio de 2023. Millonarios cierra de local esta final en el estadio más hermoso del mundo contra el rival más complicado posible. Papá ya no está con nosotros, pero seguro él sería el primero en levantarse y empezar a afanarnos a todos para ponernos la camiseta elegida para un partido de semejante talla. Seguro él jamás llegaría tarde a la cita que tenemos con la historia.
Una cita que tuvo que ser aplazada el 20 de junio de 2021 cuando Caicedo nos enterró 4 metros bajo el suelo con dos goles tan suertudos como canallas. Un cita que el COVID-19 nos hizo tener que dejar ir solos a nuestros 11 guerreros a semejante campo de batalla. En el estadio no había un alma en las gradas, pero sí había millones de ojos puestos sobre él. Si amigos, esa final la perdimos todos.
Pero eso NUNCA nos ha importado, mamá. Somos Millonarios, la vida y el destino nos criaron con fracasos. Crecimos viendo cómo el dolor se convertía en factor común cada 6 meses. Crecimos viendo cómo los Carlos Marinelli, Cíchero, Arrechea, Boyero, Hurtado, M’Bami y Wesley, se burlaron de nuestro escudo. Crecimos viendo cómo los dirigentes desangraban nuestro tesoro más valioso y profanaban nuestra pasión. Crecimos viendo cómo las estrellas caían en los otros escudos mientras que parecía que para nosotros no había nada.
Hoy más que un equipo increíble, tenemos un ADN. Un Director Técnico que ya supo que fue ser campeón con Millonarios. Unos asistentes técnicos como Iguarán y Cerveleón que conocen mejor que nadie la esencia de este club. Un utilero que lleva 30 años recogiendo botas de las leyendas embajadoras y levantando el ánimo de los guerreros caídos que año tras año fracasaban en su intento por alcanzar la gloria. Unos jugadores como Llinás y Macalister que son hinchas del preciado Ballet Azul. Unos canteranos increíbles como Cortés, Beckham, Vega, Juanito, Bertel, Dewar, Paredes y Brochero que compartieron Transmilenio con muchos de nosotros los hinchas y que ahora están ganándose la vida jugando a la pelota.
Tenemos algo que no se puede fichar. IDENTIDAD.
Y esa identidad, es lo que sin duda nos hará ser los hinchas más felices del mundo mañana a esta misma ahora. Mañana.
Mamá, no sé que vaya a pasar mañana; pero a ti y a Millonarios, nunca los abandonaré ni en las peores derrotas.
Hasta mañana.
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