La noche del domingo 20 de mayo fue oscura para Millonarios. Más allá del resultado deportivo, que ahonda una crisis deportiva de la que aún no se repara el equipo, los hechos ocurridos en las tribunas dan de que hablar y, en especial, dejan mucho para reflexionar.
Empezando, no puede ser que aún, después de muchas sanciones e incluso un largo tiempo sin tener hinchadas visitantes en El Campín, existan personas que vean divertido, apropiado o correcto -no sé en realidad que le puede pasar por la cabeza a un ser de estos- tirar objetos, ya sea al campo o a los fanáticos rivales.
El esfuerzo de las barras populares y tradicionales por abrir puertas en otras ciudades se ve opacado por determinados personajes que arrojan botellas y monedas en un escenario de fútbol.
Pasamos a la tribuna occidental, donde se firmó un precedente: los hijos de David Mackalister Silva, capitán e ídolo -a muchos se les olvida esta parte-, recibieron insultos y salieron llorando. Para referirse a este hecho sobran las palabras y el rechazo generalizado de la hinchada a estos individuos se ha demostrado en las distintas redes sociales.
Sí, el equipo tiene mucho por mejorar, pero el comportamiento de varios asistentes, que son repetitivos, no se puede pasar por alto. Si no se puede controlar, no vaya a una cancha. Fácil, sencillo. Se ahorra afectarse a usted mismo y a los demás presentes. Millonarios es unión, pasión y fidelidad.
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