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Hasta cuándo, Maxi



Recibe el balón, intenta hacer un par de filigranas. Una le sale bien, en la segunda, falla y se cae. Pide falta y no se la pitan. Vuelve a aparecer unos minutos después, cuando recibe un cambio de frente. Baja bien la pelota, encara e intenta salir con velocidad. El público se emociona pero, una vez más, falla y se cae, sin que si quiera lo toquen. Pide falta y no se la pitan. Esa misma escena se repite, como una condena vitalicia, en cada partido.

De esa manera se resumen las últimas temporadas de Maximiliano Núñez en Millonarios. Llegó de Perú, donde presuntamente fue figura con el Sporting Cristal, teniendo como marco de referencia que el nivel del torneo inca es un poquito inferior al nuestro (así de malo será).

La tribuna del Campín ya se cansó de Maxi. El momento más eufórico que allí se vivió, además del sufrido gol, fue cuando Miguel Russo decidió cambiar al argentino. “¡A robar a otro lado!”, “¡mediocre!”, fueron algunos de los mensajes que desde las gradas escuchó, frustrado, el jugador. Valga decir que, de vez en cuando hace goles y buenos centros al área, pero alabarlo por eso es como felicitar a un músico por leer bien una partitura; para eso entrena todos los días.

Podría decirse que Núñez encarna en sí mismo todos los males del Millonarios actual: tiene pocas ideas, mala definición, es atropellado y falto de visión. Es casi el personaje antagónico en la película dirigida por Russo (y tiene su cómplice de perversidades, como todo villano). Así como John Duque se come la cancha a punta de garra y entrega, Maxi se la come a punta de caídas y malas decisiones.

Parece ser que el ciclo del argentino está muy cerca de su final en Millonarios. Él se ve incómodo, juega incómodo y sale incómodo cada vez que es sustituido. Parece ser que Maxi Núñez es uno más de esos muchos jugadores que pasan por este equipo con más pena que gloria.

Posdata:

A occidental central baja llegaron varios niños de las escuelas de formación del Envigado. Ojalá no hayan aprendido a ser mañosos y quemar tiempo desde el minuto 10, como lo hicieron los profesionales de su equipo.

Sebastián Silva C.


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