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Una clasificación opaca despejaría dudas: ¿de verdad hubo cajón?

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Millonarios atraviesa uno de los semestres más oscuros de su historia reciente. Con apenas una victoria en la Liga y la reciente clasificación agónica en la Copa con un global 4-3 que dejó más dudas que certezas, el panorama para el club embajador no puede maquillarse; el equipo juega mal, transmite poco y, lo más preocupante, parece no tener rumbo. Aunque se escriba esto luego de conseguir el pase a la siguiente fase de la Copa Colombia, el panorama para la hinchada sigue viéndose borroso… muy borroso.


El adiós de David González fue recibido con un aire de alivio por algunos sectores de la hinchada, convencidos de que la salida era la solución a los males. Sin embargo, la realidad es más dura; Millonarios no es solo un conjunto empezando con un nuevo entrenador, es un plantel que luce corto, sin ideas claras y con jugadores que parecen haber perdido el hambre de competir. La teoría del “cajón” a González se desmorona cuando se ve que, con o sin él, el nivel es el mismo; pobre y desconectado.


Un club con la grandeza de Millonarios no debería conformarse con sobrevivir en la Copa, ni con sumar migajas en la Liga. La camiseta que portan exige jerarquía, personalidad y fútbol, no excusas o respiros cortos. Y aunque las victorias siempre serán la cura más rápida para la crisis, lo que está en juego es más profundo; recuperar una identidad que hoy está extraviada.


Si no hay un sacudón real en lo futbolístico y en lo institucional, lo que vendrá no es solo un semestre para el olvido, sino un futuro inmediato marcado por la mediocridad. Millonarios necesita volver a ser ese club que impone respeto en cada cancha, vaya a donde vaya. De lo contrario, seguirá dando la triste impresión de ser un gigante dormido que juega como un equipo chico.

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