Millonarios, tierra de nadie
- Nicolas Cruz
- hace 3 minutos
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Millonarios volvió a empatar en casa y, con el 1-1 frente a Bucaramanga, quedó prácticamente eliminado de la Liga BetPlay. Pero lo más grave no está en la tabla, sino en el ambiente y en el contexto general de un equipo donde nadie da la cara, ni asume el fracaso. Todo se maquilla, todo se suaviza, como si quedarse a puertas de la eliminación a falta de tres fechas fuera una circunstancia más, cuando en realidad debería ser una vergüenza.
El club vive una peligrosa normalización del desastre. El presidente no aparece, el accionista mayoritario permanece ausente y los únicos que hablan son los jugadores, repitiendo un discurso insulso que la mayoría de nosotros, los hinchas, ya nos sabemos de de memoria y estamos cansados de escuchar. Palabras vacías que ya no alcanzan para esconder la falta de liderazgo y la desconexión con la realidad. La cancha es el reflejo más evidente de ello: un equipo sin alma, sin respuesta y sin hambre.
El caso de Neyser Villarreal es solo un síntoma más de esa descomposición interna. Un jugador que decide no presentarse a entrenar y un club que apenas responde con un proceso administrativo. Ninguna sanción ejemplar, ninguna autoridad. Hace rato en Millonarios cualquiera hace lo que quiere, y eso explica buena parte del desorden que se ve cada fin de semana.
Esa falta de dirección también se siente en lo simbólico. En el primer partido de local tras el deceso de Miguel Ángel Russo, no hubo minuto de silencio oficial. Solo los hinchas, desde las tribunas, lo recordaron con respeto. Un detalle que parece menor, pero que retrata la desconexión entre la institución y su propia historia; entre el presente y la memoria que la sostiene.
En lo deportivo, Millonarios necesita un milagro para clasificar. Leo Castro, recién renovado, es de los pocos que se salvan; el resto es un grupo sin compromiso, incapaz de sostener un resultado ni de mostrar orgullo. Hernán Torres, que llegó a apagar el incendio, tendrá que pensar desde ya en la reconstrucción, pero esta vez debe hacerlo con autoridad: exigiendo jugadores de jerarquía que corran, compitan y respeten la camiseta.
Mientras tanto, la dirigencia sigue muda, ausente, como si nada pasara. No hay explicaciones, no hay autocrítica, no hay plan. Ni siquiera ahora el famoso plan quinquenal del que tanto se habló.
Se ha instalado la idea de que fracasar es normal, y eso es lo más preocupante. Millonarios se volvió un club que se conforma con alegrías efímeras. En trece años de esta administración, solo tres títulos locales y un sinfín de fracasos internacionales. Dinero hay: Millonarios es líder en abonos y taquilla, genera más de 20.000 millones de pesos en indumentaria. Pero los resultados, ¿para cuándo?
Aunque no haya una fórmula para cambiar a la dirigencia, el hincha tiene que despertar. Es el único doliente real de este equipo. Ya no bastan los trapos ni los cánticos aislados: hace falta hacerse sentir, exigir respeto y recuperar el orgullo de un club grande. Si el silencio institucional persiste, la voz del hincha tiene que romperlo, porque de nada sirve tener historia si se permite que la sigan manchando en silencio.
Hoy, los hinchas del Real Zaragoza (equipo español con el que compartimos estos nefastos dueños) se están congregando para marchar por su ciudad, cansados del mal momento deportivo. Esa unión debería inspirar a la hinchada de Millonarios, que necesita demostrar, de verdad, cuánto duele este presente.
Lo invito, desde donde esté, a no resignarse hasta causar un cambio en el club. A mostrar su inconformidad, a tomar acciones que incomoden a quienes hoy con sus decisiones tienen secuestrado al equipo. Porque nosotros siempre estuvimos, y no pueden quitarnos lo que es nuestro.




