Aprender a manejar la derrota -y sus consecuencias- es una de las cosas más complejas que hay en el fútbol. Aplica para entrenadores, jugadores, hinchas e incluso dirigentes. En una noche lluviosa, adornada con una espesa neblina, Millonarios sufrió una de aquellas caídas que cuestan entender, masticar y procesar más que otras. El primer objetivo del año se incumplió.
Pasaron solo tres meses de aquella noche caótica en Pasto, en la que, por solo un gol, se escapó la clasificación a la final de la Liga BetPlay 2024-ll. La clasificación a torneo internacional fue lo único positivo, si se le puede llamar así, del último semestre. La obligación era clara: llegar a fase de grupos de Copa Sudamericana.
Once Caldas fue el rival. Plantilla comprometida y luchadora, pero, nombre por nombre, inferior a la de Millonarios. Aunque el partido fuera en Manizales, la clasificación a la siguiente fase era una exigencia de la hinchada, que, en un viaje masivo, llegó al Estadio Palogrande con la ilusión intacta.
Se termina el partido. La sensación es difícil de explicar. La participación internacional en 2025 duró tan solo un encuentro. Fue una ilusión efímera y la deuda continental se acrecienta un año más.
Momento para evaluar muchas cosas al interior del club: proceso del entrenador, continuidad de jugadores y planificación deportiva, pero con la noción de que la competencia local sigue y, tan solo en tres días, habrá un nuevo partido.
Fue un nuevo golpe para una nómina que deberá demostrar, como en otras ocasiones, su temperamento y calidad. Se tocó fondo, pero hay que salir del fondo. El título del primer semestre es una obligación para Millonarios y David González.
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