
Un gol al minuto 97 renueva la fe: Millonarios, una vez más, ganó el clásico capitalino
- Lorena Buitrago
- hace 3 días
- 2 Min. de lectura
Hay triunfos que valen más que tres puntos. Hay goles que no solo se gritan; se liberan, se lloran, se abrazan. Lo que vivió Millonarios la noche del pasado sábado ante Independiente Santa Fe fue exactamente eso; una bocanada de vida cuando parecía que todo se desvanecía. El gol al minuto 97 no solo selló una victoria agónica en el clásico capitalino, también devolvió la ilusión a una hinchada que parecía rendirse.
El héroe de la noche fue Cristian Cañozales, autor del tanto que hizo estallar el costado norte del El Campín. Pero detrás de ese gol hubo un socio indispensable; el capitán David Mackalister Silva, quien dio la asistencia con la clase que lo caracteriza. Mackalister firmó uno de esos partidos que resumen lo que significa vestir la camiseta azul; entrega, jerarquía y amor propio.
Durante el torneo, el equipo de Hernán Torres ha transitado por un camino irregular, con más dudas que certezas. Las lesiones, los altibajos futbolísticos y una tabla apretada habían dejado a Millonarios al borde del abismo. En ese contexto, un empate, o peor aún, una derrota, ante el rival de patio habría significado prácticamente decir adiós a los cuadrangulares. Pero el fútbol, con su guion impredecible, tenía preparada una página distinta.
El tanto agónico, en la última jugada del encuentro, fue una descarga de emoción en El Campín. Las tribunas azules estallaron en una mezcla de incredulidad y euforia. Más que celebrar un resultado, los hinchas celebraron una señal; Millonarios sigue con vida. El equipo, que parecía hundirse en la resignación, recuperó, en medio de una malísima racha, su identidad combativa.
No fue un partido brillante, pero sí un partido con alma, donde la falta de un hombre no fue el motivo para arrodillarse, ni para perder el coraje. Y en los clásicos, eso pesa tanto como la táctica.
Y en medio de ese espíritu, la figura de Mackalister Silva se agigantó. No solo fue el líder del grupo, sino también el cerebro que mantuvo la calma en los momentos de mayor tensión. Su asistencia decisiva, es el reflejo de su jerarquía y su vigencia; un capitán que juega los clásicos como si de ellos dependiera el futuro.
Más allá del resultado, el mensaje que deja este triunfo es profundo. El grupo demostró que hay hambre y que puede responder en los momentos límite. Ese espíritu, tan necesario en la recta final del todos contra todos, es lo que vuelve a conectar al equipo con su gente. Porque si algo caracteriza a la hinchada de Millonarios, es su fidelidad incluso en los tiempos difíciles. Y este triunfo les devuelve, al menos por ahora, una sonrisa que parecía olvidada.
El camino hacia los cuadrangulares sigue siendo complejo. Las cuentas aún no cierran del todo, y el margen de error es mínimo. Pero el fútbol no solo se mide en puntos; también en sensaciones, en estados de ánimo. Y en ese terreno, Millonarios dio un paso gigante. El gol del minuto 97 no solo cambió un marcador; cambió el ánimo de toda una institución.
En el clásico, Millonarios no solo venció a Santa Fe. Venció al desánimo, al pesimismo y a la desesperanza. Y eso, en este momento del campeonato, puede ser la mayor victoria de todas.








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